Cuando Freddie Mercury le dijo por primera vez a su antigua novia, Mary Austin, que deseaba dejarle su majestuosa mansión Georgiana en el barrio londinense de Kensington, su reacción inmediata fue de sorpresa, y después temor. De hecho, le aterrorizaba tanto el asumir tan enorme responsabilidad que intentó convencerle de que destinara la casa, con su hermosa colección de mobiliario antiguo y pinturas, a una fundación como museo.
Freddie consideró esta opción, pero decidió que quería que Mary (su amante durante seis años) tuviese algo permanente en su vida. No sólo le dejó su mansión, que se alza tras un amurallado jardín japonés, sino también la mayor parte de su multimillonaria fortuna, con un ingreso de por vida procedente de sus enormes ventas de discos.
Mucho antes de que Freddie le dijera a sus amigos íntimos o a sus compañeros de banda:
"Queen", que tenía SIDA, le confió su secreto a Mary.
Desde aquel momento ella estuvo allí cada día para intentar consolarle mientras su salud se deterioraba. Cuando comenzó a perder la vista y su cuerpo se volvió tan débil que no podía ni tan siquiera levantarse de la cama, Freddie decidió enfrentarse a la muerte rechazando tomar la medicación.
"Fue la decisión de Freddie acabar con todo ello, él eligió el momento de morir", recuerda Mary en un susurro.
"Él sabía que el final estaba cerca, que estaba más cerca de lo que jamás había estado antes, y de repente dijo: 'he decidido que me tengo que ir'".
"La calidad de su vida había cambiado tan dramáticamente y sufría más dolor, cada día. Estaba perdiendo la visión. Su cuerpo cada vez más débil, al tiempo que sufría pequeños espasmos. Era tan angustioso verle deteriorarse de esa forma. Un día decidió que ya era bastante y abandonó todas las ayudas médicas que le mantenían con vida. Simplemente dejó actuar a la naturaleza. Lo sobrecogedor para mi fue su increíble valentía. Miró a la muerte a la cara y dijo 'está bien, lo aceptaré, me iré ahora' Pero fue algo tranquilo y murió con una sonrisa en su cara".
Su muerte dejó un vacío en su vida.
"Perdí a alguien a quien creía mi amor eterno. Cuando murió sentí que habíamos tenido un matrimonio. Habíamos vivido nuestros votos. Habíamos permanecido juntos en los buenos tiempos y en los malos, en la riqueza y en la pobreza. En la salud y en enfermedad. No podrías haberte separado de Freddie hasta que hubiese muerto, incluso entonces, ha sido difícil".
Freddie vivió con el conocimiento de que era VIH positivo durante siete años. Murió a los 45 años de una neumonía inducida por el SIDA.
En su testamento, legó el 50% de toda su fortuna y de los ingresos futuros a Mary. Sus padres y su hermana recibieron un 25% cada uno. Aparte de eso, dejó 500.000 libras a Jim Hutton y le compró un terreno en su lugar natal, Irlanda, en el que pudiese construir una casa. También les dejó 500.000 libras tanto a su ayudante personal Peter Freestone como a su cocinero Joe Fannelli. Y 100.000 a Terry Giddings, su chofer y guardaespaldas.
Tras su muerte, el 24 de Noviembre de 1991, Mary se mudó a su palaciego hogar, pero mientras deambulaba por sus enormes salones, rodeada de los tesoros de Freddie sus sentimientos eran de confusión y soledad. Mary Austin dice:
"Fue la época más solitaria y difícil de mi vida tras la muerte de Freddie. Sabía que tendría problemas al hacer frente a su muerte y a todo lo que me dejó. Lo mejor era que yo misma pudiese salir de aquella situación".
Mary, que había crecido en una modesta casa de Fulham, al oeste de Londres, se encontró con que había mucho a que hacer frente; la responsabilidad de la casa con su personal, y el hecho de encontrarse de repente con una enorme fortuna. Hubo algunas complicaciones con el testamento, y a algunos de los parientes y amigos de Freddie les molestó que le dejara tanto a ella.
"Siempre tenía a Freddie para ayudarme, y él siempre me tenía para ayudarle, si lo necesitaba. De repente no había nadie para ayudarme. Me hizo darme cuenta de que no era tan autosuficiente como me hubiera gustado ser. Así como yo había sido una amiga para él, me di cuenta de lo que había significado su amistad para mi- el hecho de simplemente saber que él estaba allí".
"Siempre me protegió mucho. Sólo me di cuenta tras su muerte de lo protector que había sido conmigo. Si algo malo ocurría él decía 'oh, cariño, no te preocupes, lo superaremos'. Siempre era optimista. Otras veces, cuando era consciente de que tenía SIDA y sólo tenía un tiempo limitado de vida podíamos tener alguna conversación seria, cuando me decía "ven y siéntate, no sabemos cuanto tiempo nos queda".
Mary hizo frente a la enorme generosidad de Freddie convirtiéndose en una reclusa dentro de los seguros muros de su casa.
"Me sentía fuera de mi sitio, realmente", explica.
"El personal de Freddie había sido como una familia para mi, pero tras su muerte la mayoría de ellos se marcharon, porque él había sido muy generoso con ellos. Pasé noches sin dormir preocupándome por todo. Sentía como si hubiera hecho algo malo y me volví un poco paranoica. Algunos fans incluso me dijeron que yo sólo era el guardián de la casa. Eso duele. Sé que a algunos de los amigos gay de Freddie les sorprendió que me dejara tanto. Había algunos que pensaban que les tenía que haber dejado la casa a ellos. Es como si la gente estuviera resentida conmigo por lo que me dejó".
En contraste con el extravagante ídolo del rock, Mary, de 48 años de edad, es tímida y da la impresión de carecer de cualquier confianza en sí misma. Pequeña y delgada, de ojos verdes y pelo rubio.
"Ciertamente no soy ninguna académica", dice, al tiempo que uno de los gatos exóticos de Freddie se le une en el profundo sofá de color rojo oscuro. Mary ha mantenido la decoración y el mobilario tal como estaban cuando Fredde murió.
"Tenía un estilo impecable, así que ¿por qué cambiarlo?", dice.
Sólo Mary sabe donde fueron finalmente colocadas sus cenizas. Le dio a ella la responsabilidad de encargarse de ellas y le hizo prometer que nunca revelaría donde fueron enterradas. "No quise saber nada de ellas", admite abiertamente. "Las dejé en la capilla ardiente durante un tiempo. Sabía que tenía esta responsabilidad, pero no encontraba valor para deshacerme finalmente de él. Tenía que hacerlo sola, tal como me lo pidió, y mantenerlo en secreto. Eso fue algo que no mejoró el aprecio de su familia por mi".
"Encontré todo aquello un poco siniestro. Estaban en una bolsa de plástico dentro de una urna. Después tuve que juntarlo todo. Pensé 'realmente me has dejado demasiado para hacer, Freddie' ".
Aunque Freddie murió en 1991 tuvieron que pasar 8 años para que recibiese la mayoría de su herencia. "Fue una época preocupante", dice, "los impuestos habían sido pagados, pero al no recibir el dinero no sabía si me podría permitir el mantener la casa. Me sentí bajo mucha presión".
La vida de Mary hoy día está lejos de ser una lucha. Comparte su majestuosa casa con Nick, el empresario londinense de 48 años con el se casó hace dos años. Sin decírselo a nadie, se casaron en Long island con sólo sus dos hijos, Richard y Jamie, como testigos. "Creo que Nick fue muy valiente al hacerse cargo de mi. Traigo mucha carga conmigo, un enorme capítulo de mi vida. En un principio, debido a mi pasado y la cantidad de rupturas que he tenido no estaba muy segura respecto al matrimonio. Después alguien me dijo 'no lo sabes hasta que no lo intentas'. Pero conforme el tiempo pasa, ahora puedo ser feliz con él. Sé apreciar lo que tuve, y lo que tengo ahora, y sigo hacia adelante. Creo que sólo lo podría haber conseguido conociendo a alguien".
"Al conocer a Nick, todo se arregló mucho más deprisa. Quería estabilidad para mi y para mis hijos. Sentía que este hombre nos daría eso-estabilidad en un sentido familiar. Realmente había perdido a mi familia cuando Freddie murió. Incluso la gente que trabajaba para él en la casa eran mi familia, pero todos se marcharon. Freddie lo era todo para mi, aparte de mis hijos".
Mary es también administradora de la fundación de lucha contra el SIDA establecida en nombre de Freddie, la Fundación Phoenix, establecida en Montreux, Suiza, donde Queen tienen sus propios estudios de grabación. Como fue un showman tan vital y enérgico, le pregunté a Mary si quizás fue mejor que no llegara a envejecer. Sorprendentemente me respondió "no, hubiera preferido que hubiese ocurrido al contrario. Yo tendría que haberme ido primero. Hubiera preferido que fuese él quien tuviera que echarme de menos, en lugar de tener yo que echarle de menos".
Fuente: Daily Mail (Enero 1999Archivo imágenes:
Fred Mercurio